sábado, 3 de octubre de 2015

DEL "PIRAGÜISMO DE FERIA" AL PIRAGÜISMO DE ÉLITE.

     Si habláramos de fútbol seguro que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que cada pueblo tiene por lo menos un campo de fútbol, e incluso dos o más de dos. Pocos son los pueblos de España con un club de piragüismo, pero los que tienen dicho privilegio es porque poseen una porción  de agua para palear, porque un club de piragüismo que se precie y quiera asegurarse una larga trayectoria deportiva tiene que tener una sede, un campo de regatas y unos locos dispuestos a darlo todo por su deporte.
     La historia suele iniciarse con un acceso al agua entre los juncos, las zarzas, las piedras y/o la arena, que se transforma en una barraca, o en un chamizo o una cabaña junto al lago, pantano, ría, río y/o mar, y que con el devenir de los tiempos evoluciona hasta un edificio con almacén de piraguas, gimnasio, servicios, despachos, sala de masajes, entrenadores, botiquín y hasta un aparcamiento.
     Cada club de piragüismo suele tener su prueba reina, esa prueba que permite mostrar todo el potencial de sus palistas y de su campo de regatas, podríamos hablar del Descenso del Sella, el Descenso del Sil, el Descenso del Pisuerga, La Travessía a L`Albufera de Silla, el Maratón de Antella, La Regata de San Onofre en Algemesí, la prueba de Ríos de Aranjuez, el Descenso Ibérico y tantas otras pruebas como clubs de piragüismo hay en España y que sobreviven con el esfuerzo de su pueblo.
     Son pruebas que definen el carácter de un club y que suponen un atractivo por su singularidad, ya sea por la belleza del entorno natural de sus aguas, por su grado de dificultad, por la variedad de pasos en el recorrido o por todos estos elementos juntos que la convierten en un reto a realizar. Pruebas que están en la base del piragüismo desde los inicios y sin las cuales podemos decir que no existiría el piragüismo en España, porque en ellas se sigue viviendo y compartiendo el espíritu de los pioneros. 
     En este tipo de pruebas tradicionales se construye piragüismo, se construye cantera y se crea afición, porque ante todo se disfruta entre amigos y en plena naturaleza. Competir se compite, y se lucha por llegar el primero como el que más, pero lo que todo piragüista, ya sea en kayak o en canoa, valora es practicar su deporte con los amigos de toda la vida, los amigos de ahora y los nuevos, rememorando regatas y planteándose nuevos retos.
     Si hablamos de piragüismo  estamos hablando de un deporte minoritario, sin apoyos, con poco reconocimiento social y nula presencia en los medios de comunicación. Un deporte costeado por sus palistas, familiares y amigos, que se practica en plena naturaleza de manera sostenible y contribuyendo a la conservación de los entornos naturales acuáticos, porque si algo aprecian los palistas es el entorno natural en el que se mueven. Un deporte entre amigos y de carácter familiar, donde todo el mundo se conoce de vista o de oídas,  y donde por regla general prima la colaboración por encima de la competitividad.
   Este piragüismo de base o mal llamado “Piragüismo de Feria” nutre las élites de los Centros de Alto Rendimiento en Piragüismo, donde prima la competitividad y los resultados deportivos por encima de todo. Sin este tipo de pruebas no se mantendría la afición ni tendría sentido la existencia de los clubs de piragüismo. Los entrenamientos se realizan en condiciones espartanas en relación a otros deportes de pabellón, da igual que sea invierno y la nieve cubra el agua o que la humedad del verano invada los pulmones, un piragüista que se precie baja todos los días al agua a entrenar.
     Pero detrás de todas estas pruebas hay “más que sólo participantes”, hay familias, amigos, entrenadores, monitores, masajistas, fisioterapeutas, aficionados, seguidores, pequeños y grandes comerciantes, empresas de ocio y material deportivo, instituciones privadas y públicas apoyando con sus aportaciones económicas, experiencia, conocimientos personales y profesionales a los piragüistas.
     En su mayor parte se trabaja altruistamente por afición al piragüismo, desde las familias y deportistas, que tienen que costear todos los gastos relativos a la indumentaria, cuotas del club, fichas federativas, embarcaciones y viajes pasando por los monitores, entrenadores, masajistas e iniciadores, que realizan más horas de las establecidas sacrificando su vida personal, hasta los grupos de voluntarios, que organizan las competiciones de piragüismo intentando que se desarrollen de manera puntual, coordinada y satisfactoria para que los clubs y palistas participantes quieran regresar una año más.  Porque ante todo se trata de disfrutar todos juntos con el deporte que les apasiona, que les engancha y forma parte de su estilo de vida.
     Cada uno aporta sus conocimientos, experiencias e intereses personales y profesionales al club, soldadura, carpintería, limpieza, fotografía, redes sociales, transporte, jardinería, avituallamiento, cocina, eventos deportivos, contabilidad, diseño gráfico, textil, etc., porque toda aportación contribuye a fomentar y mantener el piragüismo.


     Los clubs de piragüismo tienen que rizar el rizo para sobrevivir y recaudar fondos echando mano del voluntariado, las redes sociales e internet para promocionarse y difundir su trabajo. La falta de presencia en los medios de comunicación y el mercantilismo al que están sometidos los periodistas deportivos obstaculizan la promoción no sólo del piragüismo sino de todos aquellos deportes minoritarios que no resultan rentables a los patrocinadores.
      Son tantos los obstáculos para poder practicar y mantener este deporte y tan escaso el apoyo social que tiene en los medios de comunicación que lo convierten en una actividad deportiva minoritaria casi propia de una secta secreta. Por eso no es de extrañar que cuando en la carretera coinciden los piragüistas en sus viejas furgonetas y con sus remolques multicolores  el encuentro se convierta en todo un acontecimiento social objeto de las miradas de curiosidad del público en general.

Cayetano Sánchez Reyes.

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